Disputa por un edificio para estudios científicos
La UBA y el Ministerio de Ciencia y Técnica están cerca de llegar a un acuerdo que permita comenzar a utilizar el revolucionario edificio de Rafael Viñoly en Ciudad Universitaria. El lugar albergaría un centro de ciencia de datos gestionado por la Universidad de Buenos Aires y el resto quedaría para los laboratorios de Ciencias Exactas.
Se trata de una edificación de 17 mil metros cuadrados con un techo verde de 8700 metros cuadrados, 83 oficinas, 19 aulas generales y 10 aulas de computación. Fue bautizado «Cero + Infinito», porque visto desde arriba sus formas curvas y rodeadas de árboles representan al cero y al infinito.
El proyecto surgió de Sebastián Ceria, un académico y empresario argentino egresado de la Facultad de Ciencias Exactas, quien convenció al arquitecto uruguayo Rafael Viñoly, también egresado de la UBA, de participar en la iniciativa. Ceria donó 150 mil dólares para poner en marcha el proyecto y Viñoly cedió sus honorarios.
La obra se ideó durante el gobierno de Cristina que consiguió un crédito del BID para financiarlo, pero las licitaciones se demoraron y la construcción comenzó en 2016 durante el gobierno de Macri y el culminó antes de que dejara la presidencia.
El gobierno de Cristina Kirchner consiguió un crédito del BID y se decidió que como contraprestación el espacio albergara al Centro Latinoamericano de Formación Interdisciplinaria (CELFI) destinado a recibir científicos, principalmente de Latinoamérica.
Las licitaciones se demoraron y antes de que culmine el mandato de Cristina, la obra fue adjudicada a Constructora Sudamericana. La construcción comenzó en 2016 durante el gobierno de Macri y el culminó antes de que dejara la presidencia.
Sin embargo, cuando promediaba la obra comenzaron a surgir problemas por la distribución de los espacios que no se resolvieron durante la gestión de Lino Barañao. El Ministerio de Ciencia y Técnica, ahora a cargo de Roberto Salvarezza, es quien debe traspasar la propiedad del predio a la Universidad de Buenos Aires, pero buscaba hacerlo con la intención de que fuera ocupado por laboratorios de Exactas.
Debían confluir en el primer piso del edificio los investigadores de los Departamentos de Ciencias de la Computación y Ciencias de la Atmósfera, y del Instituto de Calculo, ademas del CELFI. La planta baja estaba destinada a aulas de clases para Exactas y laboratorios de computadoras y más salas de proyectos.
Ninguna facultad cuenta con edificios propios, sino que son distribuidos por la UBA. A pesar de que el predio había sido pensado para que fuera utilizado por Ciencias Exactas, las autoridades de la Universidad de Buenos Aires no se mostraron conformes con la idea de ceder totalmente el modernísimo edificio que tiene estándares de los mejores campus de EEUU.
Ninguna facultad cuenta con edificios propios, sino que son distribuidos por la UBA. A pesar de que el predio había sido pensado para Ciencias Exactas, las autoridades de la UBA no se mostraron conformes con la idea de ceder totalmente el modernísimo edificio que tiene estándares de los mejores campus de EEUU.
Después de fallidas negociaciones y cambios de gobierno la propuesta que más seduce a las partes es que la UBA y el ministerio de Ciencia y Técnica compartan la potestad del CELFI y que se transforme en un centro de ciencia de datos para asistir a los distintos gobiernos argentinos. Y que Ciencias Exactas pueda mudar los laboratorios al resto del edificio.
Sin embargo la pandemia interrumpió las negociaciones, que ya estaban encaminadas, y las partes aún no cerraron el acuerdo final. «Como donantes originales del proyecto Rafael Viñoly y yo buscamos que se mantenga el espíritu de por qué se hizo el edificio. La idea es simple: quisimos construir un lugar emblemático que albergue laboratorios de Ciencias de la Computación, Ciencias de la Atmósfera y el Instituto de Cálculo para poner de relieve la importancia que tiene el conocimiento para el desarrollo del país», explicó Ceria a LPO.
«En los ’60 el Instituto de Cálculo era pionero en computación y ciencia y si no se hubiera perdido ese impulso que le dio Manuel Sadosky tal vez el futuro del país hubiera sido otro. La industria del software, cuyo principal capital es el recurso humano graduado en computación, paso a ser durante los últimos quince años una de las industrias que más exporta y genera divisas que son importantísimas para el país», agregó el matemático.
El edificio tiene 19 aulas generales, 10 aulas de Computación, 5 salas de Seminario, 27 oficinas administrativas, 56 oficinas de investigación, un Laboratorio, una Biblioteca, 5 salas de proyecto.
La obra de Viñoly está junto a otro edificio que alberga los laboratorios del Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurociencias (IFIBYNE). La construcción de ese predio comenzó en 2011 y si bien aún no está completamente terminado, ya tiene habilitados dos de sus cuatro plantas.
Eso permitió la mudanza escalonada de 200 miembros del instituto del que también participan la UBA y el Conicet.
«Ahora esta cerrado por pandemia y sólo dejamos entrar a los investigadores, becarios y técnicos se ocupan de mantener sistemas de animales o plantas y equipamiento de investigación y también a aquellos que está trabajando en proyectos Covid financiados por la Agencia de Promoción de Ciencia y Tecnología. La obra sigue en construcción. Sólo se detuvo durante el aislamiento estricto de abril», explicaron a LPO.