Con la esperanza que nunca más se repita
Se va el 2020. ¡ Por fín !. Es la expresión de muchos, puesta en la esperanza que el que viene
será mejor.
Porque el balance del año transcurrido ha tenido la impronta de las grandes tragedias.
La pandemia desatada por el coronavirus, tuvo alcances mundiales, afectando todos los aspectos de las relaciones personales, comerciales, sanitarias, políticas y dejando al desnudo las grandes diferencias entre el mundo desarrollado y los otros. Las sedes de los descubrimientos de las vacunas así lo reflejan.
Pero, el virus también trajo aparejada otras consecuencias en muchos de los aspectos que hacen a la vida cotidiana. Nuestro país fue una imagen clara en ese sentido.
Las sucesivas cuarentenas impuestas a la población para intentar contener el avance del Covid-19, provocó una serie de mutaciones en el comportamiento de los ciudadanos.
Esa primera etapa, signada por el confinamiento total, pareció tener un exitoso resultado, que se fue diluyendo con el correr de las semanas, hasta estos tiempos, en que la nueva normalidad se manifiesta como si nada hubiera pasado, salvo por los barbijos y las restricciones en los medios de transporte.
Pero, en estos nueve meses de convivencia con el coronavirus, también se modificaron las conductas.
El barbijo, el distanciamiento social, el abrazo distante, las comunicaciones virtuales y, porque no, el contrabando amoroso, cuando nadie podía moverse de sus casas.
Tiempos dónde los niños se quedaron sin clases y los adultos, debieron empezar a estudiar, como pagar las cuentas por internet, como utilizar el home banking y por, si fuera poco, cargar la aplicación del QR para salir de compras con el celular.
Tiempos, en que el virus causa tanto temor, que las consultas médicas por enfermedades preexistentes, llegaron a ser casi inexistentes, agravando con ello el estado de salud de los adultos mayores, a los cuales se intenta proteger promoviendo un encierro, casi total.
Tiempos dónde muchos comerciantes y pequeños empresarios amigos, debieron bajar las cortinas de sus negocios y otros, los brazos. Las imágenes de esas persianas bajas en locales que otrora fueran las luces que dibujaban un barrio próspero y floreciente, hoy son como una tapia que esconden el pasado.
Se va el 2020. Tantos números pares, que asustan pensando que se repetirán cinco veces más durante la próxima década.
Pero, ya está. El 2021, debiera mostrar la armonía que debe existir entre pares e impares. Lo estaré aguardando con la esperanza, que nunca más haya otro 2020. ¡¡ Muchas felicidades !!