Michroma, nueva startup argentina
Talento argentino: startup Michroma obtuvo inversión histórica para eliminar el petróleo de los alimentos
La empresa rosarina que diseña colorantes y saborizantes naturales a base de hongos logró cerrar la ronda semilla más importante de Latinoamérica en biotecnología. Ricardo Cassini, cofundador de la firma junto a Mauricio Braia, habló con Ámbito sobre los planes de crecimiento de la compañía y el potencial argentino en ciencia e innovación.
La startup argentina Michroma captó una inversión de u$s6.4 millones en la que fue la ronda semilla más importante de Latinoamérica para una empresa de biotecnología. La compañía, enfocada en el desarrollo de tecnología para diseñar y crear colorantes y saborizantes naturales a base de hongos y sin derivados de petróleo, busca escalar el proceso y ampliar la contratación de personal en el país y en EEUU.
Actualmente, buena parte de los alimentos que se consumen de manera cotidiana, incluso aquellos que suelen etiquetarse como naturales, tienen en su composición ingredientes elaborados con productos potencialmente perjudiciales para la salud. Es el caso de los colorantes tradicionales cuya forma más recurrente de elaboración es a través de derivados de petróleo o mediante sintéticos químicos.
Si bien los organismos regulatorios como la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) en Argentina, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) en EEUU y la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) aprueban el uso de dichas sustancias en productos alimenticios, estudios recientes cuestionan los niveles aceptables de consumo por estar basados en investigaciones realizadas décadas atrás.
En 2021, un informe de la Oficina de Evaluación de Peligros para la Salud Ambiental de California (OEHHA) llegó a la conclusión de que los colorantes alimentarios tradicionales pueden generar hiperactividad y otros problemas neuroconductuales en niños. La presencia de este tipo de ingredientes podemos encontrarla en gomitas, snacks, chicles, caramelos, cereales coloridos y demás alimentos que suelen ser atractivos a la vista y al gusto.
En paralelo, la demanda de productos saludables y sustentables crece a nivel mundial y empuja a la industria alimenticia hacia una transformación de la cadena productiva. De la mano del cambio de hábito en el consumo cotidiano surge una oportunidad invaluable para nuevas empresas que proponen alternativas a los ingredientes tradicionales.
Así fue que en 2019 nació Michroma, la startup rosarina cofundada por Ricardo Cassini (CEO) y Mauricio Braia (CSO). “Hace cuatro años conocí a mi socio, Mauricio, que es doctor en Ciencias Biológicas y tiene 15 años de experiencia en la industria. En aquel momento me contó de su loca idea de hacer colorantes con hongos y si bien no entendía mucho de ciencia pude ver la potencialidad”, cuenta Cassini en diálogo con Ámbito.
En aquel entonces, el CEO de la startup, graduado de la licenciatura de Administración de Empresas en la Universidad Austral, trabajaba en una consultora para distintas empresas de Argentina, México y Estados Unidos. Y al mismo tiempo era profesor de Operaciones y Logística en la universidad. Pero el contacto con Braia lo hizo dejar todo y arrancar una nueva etapa.
“Anteriormente había fundado otras startups relacionadas con la sustentabilidad y el agro. Entendí rápidamente el futuro que tenía el proyecto de Michroma porque noté la necesidad que había y hay en el mercado por los productos naturales sustentables”, explica Cassini.
Para poner en marcha la empresa debió recurrir a préstamos familiares. “No teníamos plata para invertir de nuestro bolsillo pero mi familia nos prestó para empezar. Recién el año pasado les pude devolver a mis padres lo que me prestaron. Ellos estaban contentos por apoyarme”, cuenta.
Poco tiempo después de haber dejado sus dos trabajos para dedicarse “full life”, como suele decirle, a su nuevo emprendimiento, recibieron una buena noticia: fueron convocados para el programa de aceleración de Grid Exponential entre más de 800 postulantes. Y a los dos meses viajaron a Silicon Valley, EEUU, donde tomaron contacto con IndieBio, la mayor aceleradora de biotecnológicas del mundo.
“Grid Exponential e IndieBio fueron un catalizador para el crecimiento de la empresa. Es lo que hizo que hoy estemos donde estamos”, remarca Cassini y agrega sin dudar: “Eso nos cambió la vida”.
Pero no todo fue color de rosa en un principio, ya que cuando fueron a mostrar el diseño aparecieron algunos problemas. “La prueba de concepto no funcionó y tuvimos que arrancar de cero”, recuerda.
Sin embargo, para las aceleradoras la idea era prometedora. Y había dos puntos fuertes en el proyecto. Por un lado, el equipo. “Éramos nosotros dos: un perfil científico y otro de negocios, ambos muy complementarios”, explica Cassini. Por otro lado, estaba el potencial de un mercado de más de u$s2.600 millones. “Estas dos cosas, sumado a nuestra visión de transformar el proyecto en una empresa con impacto global, los hizo apostar por nosotros”, resume.
Así fue que lograron la primera inversión importante en la compañía, con un aporte de u$s400.000 de parte de Grid Exponential e IndieBio. “El capital inicial nos permitió contratar personal para desarrollar la tecnología. A partir de allí empezamos a crecer bastante rápido, a pesar de que hubo una pandemia en el medio. Hoy somos 21 personas”, dice Cassini.
Biofábricas de hongos para un futuro saludable
La startup rosarina utiliza hongos para desarrollar los colorantes a través de la fermentación de precisión. Su método es innovador y a la vez disruptivo, ya que propone dejar atrás el uso de derivados de petróleo para avanzar hacia una alimentación realmente más saludable.
¿Cómo obtienen colorantes? Así lo cuenta Cassini: “Utilizamos hongos similares a los portobellos, en términos de origen, y mediante una tecnología llamada CRISPR los editamos genéticamente para hacer que produzcan en muy alto rendimiento la molécula que queremos”.
El método CRISPR, desarrollado por Jennifer Doudna y Emmanuelle Charpentier, ganadoras del Premio Nobel de Química 2020, permite cortar y pegar material genético en cualquier célula a través de una proteína denominada Cas9. De esta manera se logra modificar el ADN para que el organismo responda a la necesidad requerida.
“Es una tecnología muy disruptiva y nosotros la usamos para que el hongo se convierta en lo que llamamos una biofábrica”, destaca el CEO de Michroma. A partir de las modificaciones genéticas, el fungi es colocado en tanques cilíndricos de acero inoxidables donde inicia el proceso de fermentación.
“Lo que hacemos es optimizar las condiciones para que produzca la molécula target, en nuestro caso colorantes”, explica y puntualiza que al ser organismos “muy sofisticados” se pueden obtener de ellos distintos resultados: “Cambiando pequeñas cosas podés hacer que produzcan distintos colores y tonalidades. También podes hacer que produzcan otros compuestos que pueden ser oxidantes o proteínas para productos plant based”.
El primer producto de la empresa es el Red+, un colorante resistente a la temperatura que puede sobrevivir a procesos como la pasteurización y la cocción, entre otros. Además, es estable en todo el espectro de pH de los alimentos.
La empresa ya se encuentran trabajando en otra gama de colores cálidos como el naranja y el amarillo. Estas tonalidades representan el 90% del mercado alimentario.
El objetivo de la startup es lograr un impacto positivo en la sociedad, generar una disrupción en la industria alimenticia para dejar atrás aquellos ingredientes que generan perjuicio para la salud. “Si bien son sustancias aprobadas por organismos regulatorios, hay estudios que lo relacionan con alergias, trastornos de deficiencia de atención en niños y demás. Muchos alimentos coloridos tienen derivados del petróleo, como las gomitas o algunos cereales por ejemplo. Y es lo mismo que colorea una remera. Estamos consumiendo cosas que no son buenas para la salud”, resaltó.
Además, provienen de prácticas nocivas para el medio ambiente. “Hoy en día se contamina el planeta con la producción de colorantes derivados de petróleo y de síntesis químicas. Sería bueno dejar de usarlos”, dice Cassini.
Un apoyo histórico para Michroma
Por el momento Michroma no genera ingresos. La tecnología aún no llegó al mercado. La prioridad de su equipo es avanzar en la investigación y el desarrollo, pero tienen en vista una posible fecha de lanzamiento: “Podría ser dentro de dos años, más o menos”, con las aprobaciones regulatorias correspondientes para poder comercializar. “Hoy en día podemos vender muestras pero no se puede usar en el alimento final”, explica el CEO.
El plan de la compañía es avanzar a paso firme durante los próximos años. Para lograrlo cuentan con el apoyo de inversores de distintos puntos del planeta que consideran a la startup como un proyecto disruptivo e innovador con mucho margen de crecimiento.
Recientemente, recibieron un fuerte respaldo al captar u$s6.4 millones en una ronda semilla. El objetivo inicial de la empresa era obtener u$s5 millones, pero el gran atractivo de la compañía hizo que se sobrecumpliera el objetivo. “Hubo tanto interés de los inversores para sumarse a la empresa que terminamos levantando más de lo que estábamos buscando. La verdad que es algo súper copado que hayan confiado de esa manera nosotros”, dijo.
Además, el monto obtenido los posicionó ante un récord inesperado ya que lograron encabezar la ronda semilla más grande de Latinoamérica en biotecnología. Al respecto, Cassini consideró: “Es importantísimo para nosotros que una empresa de Argentina haya logrado este hito”.
De acuerdo al comunicado de la empresa, la ronda seed fue liderada por “Supply Change Capital, un fondo enfocado en el capital emprendedor de foodtech y respaldado por 301 INC, la unidad de capital de riesgo corporativo de General Mills. También se sumaron inversores nuevos como Be8 Ventures, que cuenta con el capital de Dr. Oetker, una empresa internacional de alimentación con sedes en más de 40 países; y CJ CheilJedang, un conglomerado coreano de u$s23.000 millones, el principal proveedor mundial de bioproductos generados mediante fermentación”.
Crecimiento y nuevas contrataciones en Argentina y EEUU
Con el dinero obtenido apostarán por profundizar la etapa de I+D con el objetivo de lanzar el producto en dos años. En ese lapso tienen pensado aumentar la cantidad de empleados para sostener e impulsar el ritmo de crecimiento previsto.
“Queremos crecer para llegar a ser alrededor de 40 personas, entre Estados Unidos y Argentina, en los próximos dos años y medio”, adelantó Cassini. Hoy en día, cerca del 95% del equipo de la startup está radicado en Rosario, mientras que dos personas trabajan de manera remota desde Buenos Aires.
En su caso, el contacto con inversores lo obliga a tener que desempeñar sus tareas de manera repartida entre Argentina y Estados Unidos, más puntualmente en San Francisco, California. La mayoría de los fondos son del país norteamericano, pero también de Suiza, Alemania, Corea del Sur, Hong Kong, Japón y Argentina.
“Mi desafío es mostrarle a los inversores que en Argentina podemos desarrollar tecnología del mismo nivel que ellos o incluso mejor. Que en Argentina se puede confiar, se puede invertir y que los profesionales que tenemos pueden crear cosas muy importantes que generan disrupción a nivel mundial”, aseguró.
Para concluir, dejó un mensaje optimista de cara al futuro del país en lo que respecta a la innovación científica y la biotecnología al señalar que “más allá del gobierno, en ciencia e innovación hay una clara idea de lo importante que es para el crecimiento del país. Es algo en lo que todos estamos alineados y me alegra porque creo que podemos desarrollar mucha tecnología desde Argentina. Tenemos muchos recursos, no solo naturales sino también humanos que pueden llegar a poner al país en un mejor plano en el futuro”