El confinamiento: una puerta a los juegos de azar ilegales


La emergencia sanitaria que afectó a la población mundial de manera inédita e inesperada a causa de la pandemia originada por el denominado Covid-19 trajo consigo dos elementos que sobresalieron: 1) lo que se dio en llamar “confinamiento”; 2) el redescubrimiento en el uso de las tecnologías de la información y comunicación (TICs).

Esa combinación de factores modificó hábitos, usos y costumbres en las sociedades, redefiniendo los tiempos de las actividades cotidianas y los espacios en los hogares.

Este episodio de la historia de la humanidad que será por siempre recordado tuvo como nota característica la clara diferenciación de las vidas online y offline.

Esa línea divisoria hizo tangible el pronunciado retraimiento de las actividades físicas y presenciales y, en paralelo, el acelerado incremento de lo digital.

La nueva realidad produjo la ampliación del universo de conductas hacia el refugio digital, con la utilización de las herramientas tecnológicas en muchos campos de la vida social. Es mucho lo que se ha avanzado en pocos meses en la rápida utilización de medios comunicacionales diferentes a los tradicionales y en la afirmación de sus efectos positivos.

La educación a distancia, el teletrabajo (o home office) y las conexiones con familiares y amigos con quienes no podemos reunirnos han sido los exponentes más reconocidos.

El confinamiento confirió grandes ventajas a las actividades que ya se encontraban insertas dentro de la lógica digital, esto es, en el mundo online.

El comercio electrónico aumentó su tráfico transaccional. Noticias en portales de negocios sobre el incremento de las operaciones registradas por Amazon y Mercado Libre fueron notorias, pero no inesperadas.

Se destacó un mercado digital próspero y un sistema comercial físico discontinuado y empobrecido (y en ocasiones en quebranto).

Este fenómeno se replicó en el aumento de tráfico de los juegos de azar online y en las ganancias adquiridas por las compañías propietarias de las plataformas diseñadas para la captación de apuestas en línea sin autorización de las autoridades oficiales.

Este cuadro muestra cómo emerge una actividad de explotación y organización para la captación de juegos de azar en línea no autorizada de modo transfronterizo, que ingresa a nuestros hogares por medio de plataformas que prestan servicios a distancia en abierta infracción al delito tipificado en el art. 301 bis del Código Penal.

Hoy se advierte que el juego online, desde su faz comercial y como modelo de negocios, es una actividad consolidada que ya estaba preparada para el incremento de tráfico online gracias a la aceitada estructura conformada por mediadoras y facilitadoras de pago, billeteras virtuales, tarjetas de crédito, sistemas de chip dumping (en el caso del poker online), transferencias bancarias, criptomonedas y otros medios utilizados como pasarela de intercambio electrónico.

El juego de apuestas online no necesitó readaptarse o reinventarse a la pandemia o a la denominada “nueva normalidad”, como ocurrió con otras actividades, al ser una construcción de socialidad concebida desde hace tiempo atrás por la fuerza transformadora que otorgó el mundo de las plataformas a Internet.

La primera ventaja es tecnológica, no lo afectó la emergencia decretada, como sí ocurrió con el juego presencial, que se interrumpió. Las transacciones son online y siguen fluyendo y las casas de juego online ofrecen sus servicios desde servidores ubicados en territorios extranjeros.

Desde su esencia, los juegos de azar online y la captación de apuestas están ideados para que el jugador se quede en casa y para su manejo desde dispositivos móviles, sin necesidad de otro sujeto físico o que requiera el aspecto presencial en una agencia de juegos convencional.

El confinamiento obligatorio no hizo más que afianzar patrones de conducta lúdica propios, ya adquiridos y aprehendidos por los jugadores, usuarios, participantes, consumidores -o como quieran llamarse- del juego en línea que diversifica las formas de sus consumos y de sus gastos. Particularidades propias de una audiencia online que muestra una mutación de cómo se juega y de cómo se apuesta en forma distinta a lo presencial.

El crecimiento sostenido de las plataformas, la publicidad y la aceptación social del juego online derivó en una actividad en el entorno digital que se encuentra accesible a los consumidores en diferentes ámbitos territoriales sujetos a distintos niveles de control y modelos de regulación.

Los tiempos que insumen los procesos de regulación del juego online coadyuvaron a la proliferación de lo que el Libro Verde del juego de azar en línea para el mercado interior de la Comunidad Europea del año 2011, identificó en ciertas ocasiones como “un mercado negro” y otras como “un mercado gris”.

La segunda ventaja es económica. No rinden cuentas al fisco ni a las administraciones oficiales de juego y, eventualmente, podrán dejar desprotegidos a los consumidores. La posibilidad de consumarse otra técnica de lavado de activos en torno a los movimientos de dinero que transcurren sin control también es una preocupación.

Es inevitable que las administraciones oficiales de juego observen inermes el movimiento de flujos dinerarios que atraviesan plataformas, medios de pago y consumidores sin que ninguno de ellos se conduzca a las haciendas públicas, que son las reales beneficiarias de los bienes que irroga la actividad de juego. Desde ya que serán cifras estimativas y oficiosas sobre esos detraimientos, ya que no existen registros oficiales de los montos de las ganancias ilegales.

Esa situación de no control deriva en un desconocimiento del real menoscabo patrimonial perjudicial a las arcas de los Estados.

Nos mueve a la reflexión la creciente tensión entre lo jurídico y lo tecnológico que delata la incidencia del desarrollo de la conectividad en la vida cotidiana, ahora potenciada y acelerada por el impacto que este confinamiento aportó al juego de ilegal online.

Y nos interpela en torno a la necesidad de asumir políticas públicas para la profundización del proceso regulatorio de los juegos de azar en línea que clarifiquen las reglas de intervención de los sujetos involucrados en esa actividad y dar alcance a una economía subterránea cuyo producido que, de haber sido legal hoy, podría haber sido percibido y utilizado para la asistencia sanitaria que haga frente a las demandas del Covid 19.

Se presenta así al juego de azar online ilegal como uno de los grandes ganadores en los tiempos de pandemia y confinamiento -o del Quedate en Casa- que instaló su propia impronta con la fuerza de las nuevas tecnologías como un fenómeno deslocalizado y, que sin el debido control, proyecta sus efectos pluriofensivos hacia viarios sectores de la comunidad en aspectos económicos y sociales como la ludopatía y acceso de menores de edad a las plataformas de juego