Los 125 años del Teatro Colón

El Teatro Colón de Buenos Aires es una de las salas de ópera más importantes del mundo. Su rico y prestigioso historial y las excepcionales condiciones acústicas y arquitectónicas de su edificio lo colocan al nivel de teatros como la Scala de Milán, la Ópera de París, la Ópera de Viena, el Covent Garden de Londres y el Metropolitan de Nueva York, se puede leer en la página oficial de la institución.

En su primera sede, el Teatro Colón funcionó desde 1857 hasta 1888, año en que fue cerrado para la construcción de una nueva sala. Ésta fue inaugurada el 25 de mayo de 1908 con una función de Aida. En sus inicios, el Colón contrataba para sus temporadas a compañías extranjeras; a partir de 1925 contó con sus propios cuerpos estables –Orquesta, Ballet y Coro- y sus propios talleres de producción, lo cual le permitió, ya en la década de 1930, organizar sus propias temporadas financiadas por el presupuesto de la ciudad. Desde entonces, el Teatro Colón ha quedado definido como un teatro de temporada o stagione con capacidad para realizar íntegramente la totalidad de una producción gracias al profesionalismo de sus cuerpos escenotécnicos especializados. 

A lo largo de su historia, ningún artista de importancia del siglo XX ha dejado de pisar su escenario. Baste mencionar a cantantes como Enrico Caruso, Claudia Muzio, Maria Callas, Régine Crespin, Birgit Nilsson, Plácido Domingo, Luciano Pavarotti, a bailarines como Vaslav Nijinski, Margot Fonteyn, Maia Plisetskaia, Rudolf Nureyev, Mijail Barishnikov, a directores como Arturo Toscanini, Herbert von Karajan, Héctor Panizza, Ferdinand Leitner, entre decenas más. También es frecuente que, siguiendo la tradición inaugurada por Richard Strauss, Camille Saint-Saëns, Pietro Mascagni y Ottorino Respighi, los compositores vengan al Colón a dirigir o supervisar los estrenos de sus propias obras.  

Varios maestros de primer orden trabajaron aquí sostenidamente hasta lograr elevadas metas artísticas, como Erich Kleiber, Fritz Busch, directores de escena como Margarita Wallmann o Ernst Poettgen, maestros de baile como Bronislawa Nijinska o Tamara Grigorieva, directores de coro como Romano Gandolfi o Tullio Boni, sin dejar de mencionar a los numerosos solistas instrumentales y orquestas sinfónicas y de cámara que ofrecieron en nuestro escenario veladas inolvidables a lo largo de más de cien años de sostenida actividad. 

Finalmente, a partir del año 2010, el Teatro Colón exhibe un edificio restaurado en todo su esplendor original, dando un marco de distinguida jerarquía a sus presentaciones.
Por todas estas razones, el Teatro Colón es un orgullo de la cultura argentina y un centro de referencia para la ópera, la danza y la música académica en todo el mundo.

Por su parte, Infobae publica un interesante artículo sobre los 125 años de la inauguración del ícono de la cultura, ya que un 25 de Mayo, pero de 1908, el Teatro Colón inauguraba su actual casa, luego de dejar la sede que se encontraba frente a Plaza de Mayo y que funcionó entre 1857 y 1888 en lo que en la actualidad es el Banco Nación.

“Ha costado mucho, un verdadero dineral, debido a las vicisitudes que pasó la obra; pero en cambio Buenos Aires tiene en él uno de los mejores teatros del mundo y podríamos decir que el mejor de todos, si lo consideramos en conjunto”. Así anunciaba la revista Caras y Caretas la apertura del primero coliseo argentino.

Como no podía ser de otra manera, el primer gran evento fue la ópera Aida de Giuseppe Verdi, considerado padre del teatro, que había sido estrenada 36 años atrás, por lo que se consideraba una especie de amuleto. A pesar de la magnificencia del edificio, las críticas periodísticas de aquel debut no fueron promisorias. En La Nación escribieron: “La enorme expectativa pública que generó el anuncio de esta inauguración, la importancia extraordinaria del teatro y la seguridad de que repercutirán los ecos de esta primera hasta en Europa, infundió en los cantantes, debutantes y no, un pavor que produjo los más desgraciados efectos. […] A muchos de ellos los embargaba penosamente la emoción del debut, y así la soprano Lucia Crestanti, por ejemplo, estuvo muy por debajo de sus méritos, y no consiguió lucir sus dotes vocales”.

De hecho, el medio incluso criticaba dos de las grandes virtudes que actualmente se le reconocen. El espacio de la sala y su acústica, considerada en la actualidad como una de los mejores del mundo por los especialistas. “La sala es quizá demasiado grande y demasiado dorada”, expresaba el cronista, “y algunos pormenores podrían ser tachados por su inarmonía. La acústica de esta hermosa sala, […] lejos está de ser de una excelencia indiscutible. Es una acústica seca y que sufre de una falta de equilibrio entre los diversos timbres, de lo que resultan muy perjudicadas las cuerdas. […] La causa principal está sin duda en algunos fenómenos de interferencia, en la grandeza del hemiciclo de la sala y en la altura y profundidad del escenario, que estas noches estaba aún casi vacío, todo lo cual es propicio a la dispersión del sonido. Pero no hay que olvidar que se trata de una sala construida recientemente y en este sentido sólo podrá ser mejorada con el tiempo y con el uso”.

Las excepcionales condiciones acústicas y arquitectónicas de su edificio lo colocan al nivel de teatros como, la Ópera de París, la Scala de Milán, la Ópera de Viena, el Covent Garden de Londres y el Metropolitan de Nueva York.

Los inicios no fueron sencillos, más allá de las críticas en el debut. Ya la construcción del nuevo edificio llevó alrededor de 20 años, siendo colocada su piedra fundamental el 25 de mayo de 1890 y se esperana inaugurarlo antes del 12 de octubre de 1892, como parte de los festejos por los cuatro siglos de la llegada de Cristobal Colón a América.

La obra tiene todas las características del pensamiento de la Generación del 80, que buscaba que su ciudad capital acomodara su infrastructura a los estándares estéticos europeos del Beaux-Arts. En aquellos tiempos también se inauguró la avenida de Mayo, por ejemplo.

Durante su edificación pasaron tres arquitectos y, según los relatos de la época, fue una verdadera “tragedia italiana”. El proyecto inicial estuvo a cargo del italiano Francesco Tamburini, arquitecto oficial del Estado que finalizó las obras de la Casa Rosada, quien murió el mismo año en que realizó el diseño.

Su socio, el arquitecto Víctor Meano (autor del palacio del Congreso Nacional), prosiguipo la labor y para 1904 fue asesinado. El que finalmente terminó la obra y le dió un toque más francés fue el belga Jules Dormal, quien además diseñó el Parque Tres de Febrero (los bosques de Palermo) a pedido del presidente Domingo Sarmiento.

Paradójicamente, estos cambios resultaron en beneficio del espacio, ya que de esta combinación única lo transforma en una extraordinaria pieza de eclecticismo historicista, ya que conviven una volumetría exterior de origen germánico, con la clásica sala en forma de herradura de los italianos y vestíbulos y foyers de la tradición francesa.

El estilo ecléctico del edificio es propio de principios del siglo XX y abarca 8.202 metros cuadrados, mientras que la superficie total cubierta del edificio antiguo es de 37.884 metros cuadrados, mientras que su capacidad es de 2.487 asientos.

Como era característico en esa Bella Epoque porteña, los grandes edificios públicos (como muchas de las mansiones privadas que se erigieron) se realizaban a partir de materiales traídos de Europa. Por ejemplo, los mármoles de la escalera principal son de carrara, de Siena, Italia, y el roble del piso es de la región de Eslavonia, Croacia.

Así, el Colón es un edificio único en el planeta y en 2018, el sitio italiano de turismo Travel365 lo eligió como el teatro de ópera más importante del planeta por considerarlo “un verdadero monumento del arte teatral, lírico y acústico, sin duda de los mejores de todos los tiempos”.

La sala principal cumple estrictamente con las normas del teatro clásico italiano y francés. La planta, que está bordeada de palcos hasta el tercer piso, tiene forma herradura.

El escenario posee una inclinación de tres centímetros por metro y tiene 35,25 metros de ancho por 34,50 de profundidad, y 48 metros de altura. Posee, además, un disco giratorio de 20,30 metros de diámetro que puede accionarse para girar en cualquier sentido y cambiar rápidamente los escenas. Además, el foso de la orquesta posee una capacidad para 120 músicos.

La cúpula, de 318 metros cuadrados, permite apreciar otro arte: el visual, a cargo del excelso Raúl Soldi. Su obra, inaugurada en 1966, reemplazó las pinturas del francés Marcel Jambon, que se habían deteriorado en los años treinta por una imprudencia durante un festejo de Carnaval: alguien osó colocar barras de hielo en el techo para “refrigerar” la sala.

Ubicado frente a la Plaza Lavalle, el Colón es un testigo privilegiado de la ciudad, ya que vio nacer al Obelisco o al Luna Park.

Pero la historia del Colón no sólo es rica en cuanto a su edificación, ya que por allí pasaron algunas de las personalidades más importantes de la lírica, como ya se mencionara anteriormente, entre otros, directores de orquesta como Arturo Toscanini, Zubin Mehta, Daniel Barenboim; compositores como Igor Stravinsky y Richard Strauss; cantantes como Luciano Pavarotti, María Callas, Plácido Domingo y Claudia Muzio (se dice que en 1928 Gardel la fue a escuchar); y bailarines como Rudolf Nureyev, Anna Pavlova, Mijail Barishnikov, Maya Plisetskaya y Vaslav Nijinsky.

En el edificio funciona el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón, de donde salieron muchos de los artistas más destacados en diferentes disciplinas, algunos con exitosas carrera en todo el mundo, como los bailarines Julio Bocca, Paloma Herrera, Liliana Belfiore, Raúl Candal, Maximiliano Guerra, Norma Fontenla y José Neglia, entre otros.

Las orquestas más prestigiosas disfrutaron de la acústica, desde la Filarmónica de Viena hasta la Sinfónica de Nueva York tambien pasaron por allí. Aunque la lista se extiende cuando se suman los intérpretes de la música popular: Aníbal Troilo, Astor Piazzolla, Osvaldo Pugliese, Libertad Lamarque, Luis Alberto Spinetta y Charly García, por solo nombrar algunos.

El Colón es también sus subsuelos, donde se ubican los talleres que fabrican los imponentes escenarios y donde funcionan las salas de ensayo. Hoy, muchas de las joyas que se realizaron en estos talleres pueden apreciarse en Colón Fábrica, en La Boca. También funciona allí el Centro de Experimentación del Teatro Colón, creado en el año 1989 por iniciativa de Sergio Renán, entonces director.

Declarado Monumento Histórico Nacional a partir de 1989, el Colón continúa vigente no solo como la ópera principal del país, sino como uno de los espacios más reputados del mundo.